lunes, 8 de abril de 2013

¿Se puede usar la palabra "colectividad" para hablar de la inmigración italiana en Bahía Blanca?



Leo en un reciente trabajo sobre historia de Bahia Blanca  "tensiones entre colectividades y nativos a principios de siglo XX" en Bahía Blanca. Algo me hace ruido. En ese contexto, nativos no son "indígenas", pueblos originarios sino "criollos", los nacidos en la ciudad antes de que lleguen los inmigrantes.
Hay una cuestión, sin embargo que no se puede obviar: tal como  señala Angela Di Tullio, Políticas lingüísticas e inmigración: el caso argentino, Eudeba, 2011) el objetivo expreso del Estado argentino a partir de 1880 y en particular después de 1910 fue inhibir el mantenimiento de las lenguas inmigratorias, propiciando desde la mas tierna infancia de los niños inmigrantes y de los hijos de los inmigrantes la asimilación concreta a la cultura receptora: hablar castellano y sentirse argentinos.
Por cuestiones culturales de prestigio y sobre todo de ascenso social fueron muchas veces los propios padres inmigrantes quienes desalentaron en sus hijos el aprendizaje de la lengua extranjera. La lengua de obreros, peones, recién llegados resulta objeto de burla en la escuela no solo para gente de apellido español, sino también  para hijos argentinos de italianos llegados antes y que se pueden jactarse de un rápido aprendizaje de la lengua local (y todo lo que conlleva el idioma) De hecho con el italiano sabemos -por experiencia- que ya en la primera generación de descendientes prácticamente el italiano no se habla y apenas se comprende.
Ahora bien, ¿es legítimo utilizar el término colectividad para hacer referencia a la inmigración italiana? Yo no estoy tan segura, porque al menos en el uso especifico que se da al término en nuestro medio, la palabra colectividad alude a un conjunto a una comunidad que se distingue de otras por su identificación con una determinada lengua, determinadas costumbres, prácticas, y sobre todo un sentido de pertenencia.
Las asociaciones nutrieron sus comisiones directivas con italianos recién llegados a lo largo de los años. Pero indefectiblemente sus hijos se vuelven argentinos, y a fondo. Sin embargo, tengo la impresión de que -mediante un sutil deslizamiento - cuando se habla de los monumentos en realidad al decir "colectividad" a lo que se alude es a esas instituciones, y no a una comunidad compacta con una activa participación en esas organizaciones.
En los últimos veinte años en Bahía Blanca las asociaciones regionales han hecho un notable esfuerzo por reflotar ese sentimiento, la concesión de la doble ciudadanía a los descendientes de italianos y el voto a los descendientes de italianos en el exterior parece haber impulsado una "naturalización" en el uso del termino, como si esa identificación hubiera sido constante a lo largo de todo el siglo XX.

El caso de la colectividad judía es el contraejemplo en el que me baso para pensar esto, claramente estudiada -y partiendo justamente de esta definición de colectividad -  en ese mismo libro:


Si bien las asociaciones étnicas eran de composición
policlasista, éstas han sido identificadas con lo que se
ha denominado “cultura de clase media”. Diversos estudios
empíricos han corroborado que por más populares
que hayan sido sus mecanismos de reclutamiento de dirigentes
y adherentes, raramente integraba los elementos
más marginales de su propio origen, ya sea por el
desinterés o la incapacidad de éstos últimos para solventar
las elementales cuotas sociales, además de los
requisitos estatutarios de demostrar estabilidad laboral
mediante el ejercicio de una ocupación “honesta” (Luigi
y Bernasconi, 1993: 235).